miércoles, 20 de enero de 2010

LA PRINCESA RANA, BRUJELA Y EL SAPO CON CORONITA

“Qué bella es la princesa rana, qué enamorado estoy de ella. Para mi no existe nadie más en este mundo, quiero sus besos, su compañía y saber que yo soy el único ser sobre la tierra a quien ama”. Esto decía un sapo que llevaba coronita.

Parece extraño ver un sapo con corona. Pero no es difícil de comprender. Porque esta historia sucedió en el bosque de una bellísima bruja buena, que se encargaba de contrarrestar los hechizos malvados de las brujas del otro bosque. No era una tarea fácil de lograr. Porque las brujas malvadas, se pasaban todo el tiempo tratando de llevar a cabo sus trapisondas.

Y quién era este sapo? La historia comienza así: Hace ya un montón de años, una vieja bruja muy parecida a la peor de las brujas, se enamoró de un príncipe que vivía en un palacio cercano. Todas las tardes tomaba su escoba, la transformaba en caballo, y se iba al galope a cualquier lugar donde el príncipe estuviese. Porque tenía la ilusión de que se enamorara de ella y le propusiera matrimonio. Qué cosas no intentó. A qué artilugio no recurrió.

Una mañana de sol, en la que su amado estaba con sus amigos chapaleando en la laguna, la vieja bruja, convertida en una bella muchachita simuló que se estaba ahogando. Por supuesto que el príncipe, valiente, como todo príncipe, nadó y nadó hasta donde ella estaba para salvarla.

Qué revuelo se produjo ese día. Toda la corte se alborotó cuando el heredero de la corona se apareció en el palacio con esa jovencita en sus brazos. Corrieron todos presurosos para ayudarlo con la preciosa carga. Y la llevaron a una habitación enorme, llena de espejos con marcos de oro, cortinados de finos lienzos, almohadones suavecitos y finísimos adornos. Todo digno de una verdadera princesa. Porque el príncipe la vió tan bonita, vestida con lujosas prendas, que supuso que sólo podía tratarse de una princesa. Su corazón quedó cautivado.

Qué feliz estaba la bruja suponiendo muy próxima su boda. Pero, como había salido de su casa tan a los apurones, se olvido los polvos mágicos para volverse linda.

Por la noche el rey preparó una gran fiesta en su honor, convencido él también de que se trataba de una princesa de algún lugar cercano a su reino, Pero la supuesta muchachita no quería bajar de su cuarto. Se miró al espejo y se vió horrible. La enorme verruga sobresalía de su nariz como si fuera una cucaracha. Miró sus cabellos desgreñados, sus huesudas manos, que demostraba claramente que era una horrible bruja, sus piernitas flacuchas y chuecas. En fin un montón de detalles, que su amado no debía encontrar en su persona.

Esa noche se fingió enferma. Detrás de la puerta, el príncipe suplicaba ver aunque más no fuera sus bellos ojos.”No puedo” respondió la bruja y se encerró con siete llaves.

En la madrugada, sin que nadie la viera escapó del palacio. Pero como no quería perder todo lo conseguido, mientras el príncipe dormía lo convirtió en una pequeña piedra que escondió entre sus ropas. Después corrió todo lo que pudo hasta llegar al gran pórtico, y se perdió en la noche oscura con su preciada joya en el bolsillo: un auténtico joven de sangre real que llevaría a su cueva para convertirlo en su marido.

Pero cuando regresaba con su preciosa carga sucedió un hecho con el que la bruja no contaba; la reina de las brujas malvadas había convocado a una gran reunión porque le robaron su escoba. Es de suponer que no es muy fácil encontrar algo entre las brujas. Quien más quien menos convierte los objetos en otros y ya nadie puede encontrar ni un alfiler. Y ella no estaba dispuesta a que hallaran en su bolsillo la piedra y pensaran que era la escoba robada. El castigo por algo así era realmente terrorífico. Tanto, que ni ella misma, que era la más terrorífica estaba dispuesta a soportarlo. Por eso en medio de la reunión, sin que nadie se diera cuenta, con gran dolor, convirtió la piedra en un sapo. Que es el único animal en el que piensan las brujas a la hora de sus hechizos. Y lo dejó escapar, después ya se las arreglaría para encontrarlo.

Pero en medio del apuro, jamás imaginó que el dueño de su corazón se fuera a vivir a un estanque tan lejano. Justo en el bosque, donde Brujela amparaba a todas las víctimas de hechizos. Ocurrió en esos días, que las brujas malvadas estaban más malvadas que nunca. Y produjeron una gran cantidad de brujerías. El estanque se llenó de sapos y ranas de toda clase y nadie sabía porqué. Sólo sabían que había lugar para todos porque así eran las cosas donde reinaban las brujas buenas.

Y una mañana soleada, limpia y clara como solo puede ser una mañana en el reino de Brujela, llegó al estanque una bella ranita de color verde pálido que llevaba coronita. Es la princesa de las ranas pensó el sapo con coronita, y es tan bella. Y saltó sobre una piedra, para quedar un poco más arriba que los demás habitantes del estanque y que la recién llegada lo viera.

Fue amor a primera vista. Porque cuando la ranita lo vió quedó impactada por su presencia. El sapo, enamorado, escribió versos para su amada, cantó canciones llenas de ternura, y mandó mensajes encendidos de amor para que ella supiera que la amaba.

Desde ese día, su amor se hizo tan fuerte, que no se separaba un solo instante de ella. En vano la malvada bruja sobrevolaba el estanque con su escoba, tratando de divisar a un sapo que llevara coronita para volver a robarlo. Una delicada brisa esparcía unos pétalos mágicos, que le impedía ver lo que buscaba, y todos los habitantes del estanque permanecían a salvo

La horrible bruja nunca consiguió lo que intentaba. Las brujas buenas eran las encargadas de velar por la seguridad de todos los que vivían en su bosque. Y en especial por el sapo con coronita y la princesa rana. Porque ella también era una princesa encantada y hasta que no llegara la hora de liberarla, Brujela los cuidaba para que sus corazones sólo latieran el uno por el otro.

La malvada bruja nunca supo que sus malas artes habían ayudado a que dos corazones puros se encontraran para amarse tanto. A veces, las malas intenciones de algunos seres desatan exactamente lo contrario de lo que se proponen. Y cuando los dos enamorados volvieron a su forma original, más se amaron, y vivieron muchos años, muy felices. Y colorado colorín este cuento llegó a su fin, y colorín colorado, acaban de leer un cuento encantado.

Beatriz Fernández Vila