lunes, 11 de marzo de 2013

RECETA PARA ENCONTRARSE CON LAS HADAS

Las hadas de PUEBLOMAGIA se  reunieron para elegir a la reina de las hadas. Llegaron todas con sus trajes de marcas importadas y sus joyas de la tatarabuela.

En un rincón de la  vieja casona, resoplaba un órgano destartalado que nadie se atrevía a criticar, a pesar de que los valses se oían muy mal. Ninguna de las hadas osaba decir ni “chus”. Porque fue traído en un viejo galeón, comandado por el archiconocido marqués de Espiaflores, allá por el 1720.

La dueña de casa, el hada Matilde, servía té en finísimas tazas inglesas. Convidaba masas danesas. Y ofrecía riquísimas “Berlinesas”, que por tener un nombre tan elegante, nadie sospechaba que se vendían en las churrerías. Todas chismorreaban a la vez, y nadie recordaba para qué se habían reunido. Por la galería se asomaba de tanto en tanto, un viejo gato francés, que ronroneaba en siamés.

La reunión se desarrollaba en un clima distinguido y refinado. Y cuando devoraron la última masita, y bebieron la última gota de té, la dueña de casa propuso a la reina. Comenzó diciendo que ella era la más indicada. Que no en vano se había educado en los mejores colegios de hadas, sino que además, en su casa se servía el más delicioso té. Las concurrentes se miraron indignadas. Y se sintieron sobornadas. ¿Qué se creía esa maleducada? ¿Qué ellas iban a volcarse a su favor a cambio de un mísero té? ”Ni lo piensen –gritó la más enojada- si a mi me gusta el café”  “No lo duden –insinuó la más obsecuente- si ella, todo lo hace espléndidamente”.

Entre tanto grito y enojo no se ponían de acuerdo. Hasta que desde un rincón se escuchó la voz de la más sensata: “¿Por qué discuten tanto, creen que somos importantes? ¿Quién sabe hoy en día, para qué sirven las hadas? ¿No piensan que en lugar de pelearnos por coronar a una reina, debemos discutir cuál es nuestra función en el presente?”

Se apaciguaron  ante estos dichos, aunque poco duró la calma. Pronto siguieron discutiendo acaloradamente, cuando desde la calle se escuchó un escándalo aún peor. Era una manifestación de hadas que no recibieron sus tarjetas de invitación, y amenazaban con evitar semejante acontecimiento. Grandes cartelones proclamaban a la preferida para el cargo. Cuando una de las más jóvenes gritó a voz en cuello “Ustedes están locas, yo no quiero convertirme en plebeya. No coronemos a una reina, mejor elijamos presidenta”

Fue entonces que fijaron fecha para las próximas elecciones; día en que elegirían a la más adecuada y capaz.

Los comicios fueron limpios y transparentes. Pero a partir de ese momento, las hadas tuvieron tanto trabajo con sus nuevas funciones que olvidaron por completo a quienes necesitaban de sus prodigios.

La gestión duró poco. Porque se dieron cuenta de que estaban mucho mejor antes; cuando solo se ocupaban de sus tareas de hadas. Así que dejaron esos asuntos para  los señores aburridos. Y ellas volvieron a revolotear por los aires, en busca de quienes necesitaran de sus buenos oficios. Cuando las quieras encontrar, no estaría nada mal, que recurras a esta receta:

INGREDIENTES

*Una abuela que nos quiera mucho
*Una cálida siesta
*Un montón de libros de cuentos
*Una cama calentita donde quepa también la abuela
*Montones de preguntas, y tu asombro

Mezclar muy bien estos ingredientes, batirlos con mucho amor.
Cocinarlo a la temperatura de tu corazón. Y soñar, soñar sin parar.

Beatriz Fernández Vila

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